Vamos a iniciar con recomendaciones de libros :D este es el primer libro que nos recomiendan leer:
Título: Un regalo del cielo
Autor: Cecelia Ahern
Editorial: Planeta
Recomendado por: Laura G Galvan
Lou Suffern es un ejecutivo de éxito que no empatiza para nada con el espíritu navideño que parece haber invadido a todos los que tiene a su alrededor. Es el clásico adicto al trabajo que nunca tiene un minuto libre y le dedica poquísimo tiempo a su mujer y a sus adorados hijos. Una mañana, en un asombroso ataque de generosidad, compra un café para Gabe, un vagabundo que se sienta cada mañana en la puerta de su oficina. Sorprendido por su propio acto decide ir más allá y le ofrece un trabajo a Gabe en el departamento de paquetería de su empresa. Pero cuando Gabe se empieza a entrometer demasiado en la vida de Lou, piensa que todo ha sido un error...Gabe parece saber más sobre Lou de lo que él mismo sabe, y lo que le resulta más inquietante es que Gabe parece estar siempre en dos sitios a la vez... Gabe, por su lado, tiene una misión: intentar que Lou aprenda a valorar las cosas que realmente importan en la vida... ¿Lo conseguirá antes de que sea demasiado tarde?
Cecelia Ahern, autora del gran éxito Posdata: te quiero, nos vuelve a sorprender con su nueva novela Un regalo del cielo, una divertida, cálida e inteligente fábula contemporánea sobre el amor, la esperanza, los remordimientos y las segundas oportunidades.
lunes, 30 de abril de 2012
jueves, 26 de abril de 2012
El retrato de Karou
Hola gente :)
Hoy navegando por la web, me encontré con estas dos imágenes, son retratos de Karou dibujados por el esposo de Laini, Jim Di Bartolo, la verdad me fascinaron esas imágenes, dibuja precioso, mis respetos para él :)
Si quieren visitar su blog den clic aquí.
miércoles, 25 de abril de 2012
Dije de Brimstone
Hola :D
Si alguien de ustedes quiere el Dije de Brimstone y aún no compran el libro, esta es su oportunidad! En la compra del libro por internet (en Gandhi, Sanborns, El Sótano) recibirán gratis el dije, pero ojo, SOLO POR INTERNET!
Corran a comprar el libro por que los dijes son limitados!
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sábado, 21 de abril de 2012
Segundo capitulo
Hola :D vengo a traerles el segundo capitulo del libro, para que así se enganchen más en la historia y compren el libro ;D
Los lunes, los miércoles y los viernes, la primera clase de Karou era dibujo del natural. Cuando entró en el estudio, su amiga Zuzana ya estaba allí y había colocado dos caballetes frente a la tarima del modelo. Karou descargó la carpeta de su hombro, se quitó el abrigo y la bufanda y comentó: —Me han acosado.
Su amiga arqueó una ceja con la maestría que poseía para ese tipo de gestos, y que tanta envidia provocaba en Karou. Ella no lograba mover las suyas de forma independiente, lo que restaba intensidad a sus expresiones de desconfianza y desdén.Zuzana transmitía ambos sentimientos a la perfección, pero en este caso se trataba de un movimiento más sutil, de mera curiosidad.
—No me digas que el zopenco ha tratado de asustarte otra vez.
—Está pasando por una fase vampírica. Me mordió el cuello.
—Vaya con los actores —refunfuñó Zuzana—. Lo que deberías hacer es defenderte de ese fracasado con un Taser. Para que aprenda a no ir por ahí saltando encima de la gente.
—No tengo una pistola de esas —Karou no añadió que tampoco la necesitaba; era perfectamente capaz de defenderse sin electricidad. Había recibido una educación muy especial.
—Pues consigue una. De verdad. El mal comportamiento debe ser castigado. Y además, sería divertido. ¿No crees? Siempre he querido disparar una. ¡Zas! —Zuzana se agitó como si sufriera convulsiones.
Karou sacudió la cabeza.
—De eso nada, pequeña salvaje, no creo que fuera divertido. Eres terrible.
—Yo no soy terrible. Kaz sí. Dime que no tengo que recordártelo —Zuzana clavó la mirada en Karou—. Prométeme que no estás ni siquiera considerando perdonarle.
—Te lo prometo —afirmó Karou—. Solo intento que él lo crea.
Kaz no concebía que una chica decidiera renunciar a sus encantos. Y ella no había hecho más que reforzar su vanidad durante los meses que había durado su relación, mirándole con ojos soñadores, entregándole… ¿todo? Karou pensaba que sus actuales intentos de cortejarla eran mero fruto del orgullo, para demostrarse a sí mismo que podía conseguir lo que quisiera. Que las decisiones las tomaba él.
Quizá Zuzana tuviera razón. Tal vez debería electrocutarle.
—Cuaderno de bocetos —ordenó Zuzana extendiendo la mano como el cirujano que solicita un escalpelo.
La mejor amiga de Karou era tan autoritaria como menuda: solo superaba el metro y medio cuando se calzaba sus botas de plataforma. Karou medía 1,70, aunque parecía más alta, igual que las bailarinas, con sus delicados cuellos y extremidades esbeltas. Su complexión se asemejaba mucho a la de una bailarina, pero no así su estilo. Pocas bailarinas llevan el pelo azul brillante o un rosario de tatuajes por el cuerpo, y Karou lucía ambos.
Al sacar el cuaderno de bocetos y entregárselo a su amiga, los únicos tatuajes que quedaron a la vista fueron los de sus muñecas; una sola palabra, a modo de brazalete, en cada una: historia y real.
Cuando Zuzana tomó el cuaderno, otros dos estudiantes, Pavel y Dina, se acercaron rápidamente para escudriñar por encima de su hombro. Los cuadernos de Karou eran objeto de culto en la escuela, y cada día pasaban de mano en mano para ser admirados. Este, el número 92 de una serie que abarcaba toda su vida, estaba sujeto con gomas y, tan pronto como Zuzana las retiró, se abrió de golpe. Las páginas estaban tan cubiertas de yeso y pintura que las tapas apenas podían contenerlas. En aquel abanico de hojas surgieron los personajes habituales de Karou, profundamente extraños y representados con maestría.
Allí estaba Issa, serpiente de cintura para abajo y mujer de cintura para arriba, con los pechos turgentes y desnudos de las tallas del Kama Sutra, la capucha y los colmillos de una cobra y un rostro bondadoso.
Twiga, con cuello de jirafa y encorvado con su lupa de joyero incrustada en su ojo entrecerrado.
Yasri, con pico de loro, ojos humanos y una cascada de rizos anaranjados que escapaban del pañuelo que le cubría la cabeza. Esta vez aparecía con una bandeja de fruta y una jarra de vino.
Y por supuesto, Brimstone, la estrella de sus dibujos. Lo había representado con Kishmish posado en uno de sus enormes cuernos de carnero. En las historias fantásticas que Karou relataba en sus cuadernos, Brimstone comerciaba con deseos. En ocasiones, lo apodaba el «Traficante de Deseos», en otras, simplemente el «Gruñón».
Karou dibujaba aquellas criaturas desde que era pequeña, y sus amigos solían hablar de ellas como si fueran reales.
—¿Qué ha hecho Brimstone este fin de semana? —preguntó Zuzana.
—Lo habitual —respondió Karou—. Comprar dientes a asesinos. Ayer un repugnante furtivo somalí le llevó dientes de cocodrilo del Nilo, pero el muy idiota trató de robar a Brimstone y estuvo a punto de morir estrangulado por su collar de serpiente. Tiene suerte de seguir vivo.
Zuzana encontró la escena ilustrada en las últimas páginas dibujadas del cuaderno: el somalí, con los ojos desencajados y una delgadísima serpiente comprimiéndole la garganta como la soga de un garrote. Karou le había explicado que para entrar en la tienda de Brimstone, los humanos debían acceder a colocarse una de las serpientes de Issa en torno al cuello. De aquel modo, resultaba sencillo atajar cualquier maniobra sospechosa (por estrangulación, que no siempre era mortal, o, en caso necesario, con una mordedura en la garganta, que sí lo era).
—Estás como una cabra, ¿cómo te inventas todo esto? —preguntó Zuzana con asombro y envidia.
—¿Quién ha dicho que lo invente? No dejo de repetirte que es real.
—Ya, y tu pelo crece con ese color de forma natural, ¿no?
—Claro que sí —afirmó Karou pasando un largo mechón azulado entre sus dedos.
—Ya, lo que tú digas.
Karou se encogió de hombros y recogió su cabellera en un enmarañado moño, que se sujetó a la nuca con un pincel. Su pelo crecía realmente de aquel color, tan azul como el ultramarino recién salido del tubo de pintura, pero lo afirmaba con un toque de ironía, como si fuera algo absurdo. Con el paso del tiempo, había descubierto que bastaba una sonrisa lánguida para que su sinceridad pasara desapercibida. Resultaba más
sencillo que recordar un montón de mentiras, así que quedó integrado en su forma de ser: Karou, la chica con sonrisa irónica y desbordante imaginación.
En realidad, todas aquellas locuras no nacían de su imaginación, sino de su propia vida —el pelo azul, Brimstone y todo lo demás—.
Zuzana alargó el cuaderno a Pavel y comenzó a pasar las hojas de su enorme bloc de dibujo en busca de una hoja en blanco.
—¿Quién posará hoy?
—Seguramente Wiktor —respondió Karou—. Hace bastante que no le tenemos de modelo.
—Lo sé. Y espero que se haya muerto.
—¡Zuzana!
—¿Qué? Es un vejestorio. Sería lo mismo dibujar un esqueleto que a ese decrépito saco de huesos.
Disponían de unos doce modelos, masculinos, femeninos y de edades y complexiones diversas, que se turnaban a lo largo del curso. Abarcaban desde la corpulenta señora Svobodnik, cuyas carnes se asemejaban más a un paisaje que a una figura, hasta la frágil Eliska, con su cintura de avispa, la preferida por los chicos de la clase. El viejo Wiktor era el que menos agradaba a Zuzana, que afirmaba tener pesadillas cada vez que debía dibujarlo.
—Parece una momia sin vendas —se estremeció—. Dime si mirar a un viejo desnudo es una forma adecuada de empezar el día.
—Mejor que ser atacada por un vampiro —replicó Karou.
De hecho, a Karou no le importaba dibujar a Wiktor, por una razón concreta: era tan miope que nunca establecía contacto visual con los estudiantes, lo que suponía una ventaja. A pesar de los años que llevaba dibujando desnudos, todavía la perturbaba esbozar a un modelo joven y encontrar sus ojos clavados en ella al levantar la mirada después de realizar un estudio de su pene —un estudio necesario; no se
podía dejar la zona en blanco sin más—. Muchas veces, al notar que las mejillas le ardían, Karou se había ocultado tras el caballete.
Aunque aquellas situaciones no tardarían en quedar reducidas a insignificancias, comparadas con la mortificación que le aguardaba.
Estaba afilando el lápiz con una cuchilla de afeitar cuando Zuzana exclamó con voz extraña y disgustada:
—¡Dios mío, Karou!
Supo lo que ocurría antes incluso de alzar la vista.
Una exhibición, había dicho él. Qué inteligente. Levantó los ojos del lapicero y vio a Kaz, de pie junto a la profesora Fiala. Iba descalzo y vestido con una bata, y con su larga cabellera dorada, minutos antes revuelta por el viento y cubierta de brillantes copos de nieve, recogida en una coleta. Su rostro mostraba una perfecta combinación de rasgos eslavos y líneas sensuales: pómulos que parecían torneados por un cortador de diamantes, y labios que invitaban a rozarlos con la yema de los dedos para comprobar si tenían tacto de terciopelo. Karou sabía que así era. Estúpidos labios.
Un aluvión de susurros invadió la estancia. Un modelo nuevo, Dios mío, qué guapo…
Un comentario destacó entre el resto:
—¿No es el novio de Karou?
Ex, deseó replicar ella con brusquedad. Absolutamente ex.
—Creo que sí. Mírale…
Karou estaba mirándole, con la expresión congelada en lo que deseaba fuera una máscara de tranquilidad impenetrable. No te ruborices, se ordenó a sí misma. No te ruborices. Kaz le devolvió la mirada con ojos perezosos y divertidos, y una sonrisa que le dibujaba un hoyuelo en una de las mejillas. Y, cuando estuvo seguro de contar con su atención, le guiñó un ojo con descaro.
Un estallido de risitas envolvió a Karou.
—Maldito bastardo… —musitó Zuzana.
Kaz se subió a la tarima del modelo, miró directamente a Karou mientras se desataba el cinturón y, sin retirar los ojos de ella, se quitó la bata. Entonces apareció, delante de toda la clase, el cuerpo de su ex novio, increíblemente bello y desnudo como el David de Miguel Ángel. Y sobre su pecho, justo enci
ma del corazón, un nuevo tatuaje.
Una elaborada K en cursiva.
De nuevo se escucharon risas ahogadas. Los estudiantes no sabían a quién mirar, si a Karou o a Kazimir, y dirigían los ojos de uno a otro, esperando que estallara el conflicto.
—¡Silencio! —ordenó consternada la señora Fiala, sin dejar de dar palmadas hasta que se sofocaron las risitas.
En ese momento, Karou sintió cómo el rubor encendía su cara. No pudo evitarlo. El calor le invadió primero el pecho y el cuello, y luego todo el rostro. Kaz no dejaba de mirarla y, cuando percibió la reacción de Karou, la satisfacción marcó aún más el hoyuelo de su mejilla.
—Kazimir, por favor, posturas de un minuto —solicitó Fiala.
Kaz adoptó la primera postura y fue cambiándola, como correspondía a ese tipo de ejercicio dinámico: torso girado, músculos tensos, extremidades estiradas simulando acción. El objetivo de estos primeros bocetos era trabajar el movimiento y las líneas sueltas, y Kaz aprovechó la oportunidad para exhibirse. Karou pensó que no se escuchaban muchos lápices rascando el papel. ¿Estarían las demás chicas de la clase tan estúpidamente embelesadas como ella?
Bajó la cabeza, tomó el lápiz afilado —imaginando otros usos a los que le encantaría dedicarlo— y comenzó a dibujar. Líneas rápidas y fluidas y todos los bocetos en una sola página, solapados para dar la sensación de una ilustración de danza.
Kaz se movía con elegancia y, como había dedicado tanto tiempo a contemplarse en el espejo, sabía utilizar su cuerpo para impresionar. Era una herramienta más del actor, como él mismo habría afirmado, igual que la voz. Kaz era un actor pésimo —por eso se ganaba la vida organizando visitas turísticas fantasmagóricas y participando en alguna producción de bajo presupuesto de Fausto—, pero resultaba un modelo magnífico. Karou lo sabía bien, ya que le había dibujado en numerosas ocasiones.
Desde el primer momento que le vio… expuesto…, le había recordado una pintura de Miguel Ángel. Al contrario de algunos artistas renacentistas que preferían modelos delgados y amanerados, Miguel Ángel optó por mineros de hombros robustos a los que, de alguna manera, consiguió representar con sensualidad y elegancia. Así era Kaz: sensual y elegante.
Y embustero. Y narcisista. Y, sinceramente, algo tonto.
—¡Karou! —cuchicheó Helen, una estudiante británica, tratando de llamar su atención con insistencia—. ¿Es él?
Karou la ignoró y siguió dibujando como si no ocurriera nada excepcional. Otro día más de clase. ¿Y el hoyuelo insolente en la mejilla del modelo, que no le quitaba los ojos de encima? Trató de sobreponerse a ello lo mejor que pudo.
Cuando el timbre señaló el descanso de la clase, Kaz recogió con parsimonia la bata y se la puso. Karou esperaba que no se atreviera a pasear por el estudio a sus anchas. Quédate donde estás, le suplicó mentalmente. Pero no le hizo caso, y se dirigió hacia ella.
—Oye, zopenco —le espetó Zuzana—. ¡Cuánta modestia!
Kaz ignoró el comentario y preguntó a Karou:
—¿Te gusta mi nuevo tatuaje?
Los demás compañeros se habían levantado para salir del aula, pero, en vez de dispersarse para fumar un cigarrillo o acudir al baño, se mantuvieron a una distancia que les permitiera escuchar la conversación.
—Claro —aseguró Karou con voz suave—. K de Kazimir, ¿no?
—Qué graciosa. Sabes de sobra lo que significa.
—Déjame que piense —caviló adoptando la postura de El pensador—. Existe una sola persona a la que quieres realmente, y su nombre empieza por K. Pero se me ocurre un lugar más adecuado que el corazón para colocar esa letra —cogió el lápiz y, en su último boceto de Kaz, escribió una K sobre su trasero de escultura clásica.
Zuzana soltó una carcajada y Kaz tensó la mandíbula.
Como la mayoría de los vanidosos, odiaba convertirse en objeto de burla.
—Yo no soy el único que lleva un tatuaje, ¿verdad, Karou?
—dijo él—. ¿Te lo ha enseñado? —le preguntó a Zuzana.
Esta dirigió a su amiga un suspicaz arqueo de cejas.
—No sé a cuál te refieres —mintió Karou sin inmutarse—. Tengo un montón de tatuajes.
Para demostrarlo no exhibió las palabras historia y real de sus muñecas, ni la serpiente enroscada en torno a su tobillo, ni ninguna de las otras obras de arte que se ocultaban en su cuerpo, sino que colocó las manos abiertas delante de su cara. En el centro de cada palma había un ojo perfilado con tinta color índigo, lo que convertía sus manos en hamsas, esos antiguos amuletos contra el mal de ojo. Los tatuajes en las palmas de las manos suelen perder intensidad con el tiempo, pero los de Karou se mantenían intactos. Estos ojos la acompañaban desde siempre y, por lo que sabía de su origen, podría haber nacido con ellos.
—Esos no —replicó Kaz—. Me refiero al que tienes justo encima del corazón, con la palabra Kazimir.
—Yo no tengo un tatuaje así —respondió con aparente contrariedad, y desabrochó los botones superiores de su jersey. Debajo llevaba una camiseta de tirantes, que bajó unos reveladores centímetros para demostrar que no había ningún tatuaje sobre su pecho. En esa parte del cuerpo su piel era blanquísima.
Kaz parpadeó sorprendido.
—Pero ¿cómo lo has hecho?
—Ven conmigo.
Zuzana cogió a Karou de la mano y la arrastró. Al pasar entre los caballetes, todos los ojos se clavaron en ella con curiosidad.
—Karou, ¿habéis roto? —susurró Helen en inglés.
Zuzana levantó la mano con gesto imperioso y la obligó a callar, antes de sacar a Karou del estudio y empujarla hasta el baño de las chicas. Allí, con las cejas aún arqueadas, le preguntó:
—¿Qué demonios ha significado eso?
—¿A qué te refieres?
—¿Que a qué me refiero? Prácticamente te has desnudado delante de él.
—No exageres.
—No importa. ¿Y qué era eso de un tatuaje sobre el corazón?
—Tú misma lo has visto, no tengo ningún tatuaje en el pecho.
Karou prefirió omitir que dicho tatuaje sí había existido; prefería fingir que nunca había sido tan estúpida. Además, habría resultado difícil explicar cómo se había deshecho de él.
—Bueno, mejor. Solo te faltaba tener el nombre de ese idiota grabado en el cuerpo. ¿Has visto su comportamiento? ¿Piensa que pavoneándose de ese modo vas a salir corriendo detrás de él?
—Así es —afirmó Karou—. Esa es su idea de un gesto romántico.
—Lo único que tienes que hacer es comentarle a Fiala que es un acosador, y le echará de una patada en el culo.
Karou había considerado esa opción, pero negó con la cabeza. Estaba segura de que encontraría una forma más adecuada de sacar a Kaz de su clase y de su vida, ya que disponía de medios que la mayoría de la gente no poseía. Pensaría en algo.
—A pesar de todo, no resulta ningún sacrificio dibujarlo
—Zuzana se acercó al espejo y retiró los mechones de pelo negro que caían sobre su frente—. Eso hay que admitirlo.
—Sí. Es una pena que sea tan imbécil.
—Un enorme y estúpido gilipollas —añadió Zuzana.
—Un caraculo con boca y patas.
—Caraculo —rió Zuzana—. Me gusta.
De repente, una idea asaltó a Karou, y una sonrisa ligeramente maliciosa iluminó su rostro.
—¿Qué pasa? —preguntó Zuzana al percibir el gesto.
—Nada. Es mejor que volvamos.
—¿Estás segura? No tienes por qué hacerlo.
Karou asintió con la cabeza.
—Claro que sí.
Kaz había disfrutado de toda la satisfacción que obtendría de su pequeño ardid. Ahora le tocaba a Karou. De vuelta al estudio, acarició el collar multicolor de varias vueltas que rodeaba su cuello, elaborado con lo que parecían cuentas africanas. Sin embargo, eran más que eso, no mucho más, pero suficiente para los planes de Karou.
Capitulo 2
Una especie de exhibición
Los lunes, los miércoles y los viernes, la primera clase de Karou era dibujo del natural. Cuando entró en el estudio, su amiga Zuzana ya estaba allí y había colocado dos caballetes frente a la tarima del modelo. Karou descargó la carpeta de su hombro, se quitó el abrigo y la bufanda y comentó: —Me han acosado.
Su amiga arqueó una ceja con la maestría que poseía para ese tipo de gestos, y que tanta envidia provocaba en Karou. Ella no lograba mover las suyas de forma independiente, lo que restaba intensidad a sus expresiones de desconfianza y desdén.Zuzana transmitía ambos sentimientos a la perfección, pero en este caso se trataba de un movimiento más sutil, de mera curiosidad.
—No me digas que el zopenco ha tratado de asustarte otra vez.
—Está pasando por una fase vampírica. Me mordió el cuello.
—Vaya con los actores —refunfuñó Zuzana—. Lo que deberías hacer es defenderte de ese fracasado con un Taser. Para que aprenda a no ir por ahí saltando encima de la gente.
—No tengo una pistola de esas —Karou no añadió que tampoco la necesitaba; era perfectamente capaz de defenderse sin electricidad. Había recibido una educación muy especial.
—Pues consigue una. De verdad. El mal comportamiento debe ser castigado. Y además, sería divertido. ¿No crees? Siempre he querido disparar una. ¡Zas! —Zuzana se agitó como si sufriera convulsiones.
Karou sacudió la cabeza.
—De eso nada, pequeña salvaje, no creo que fuera divertido. Eres terrible.
—Yo no soy terrible. Kaz sí. Dime que no tengo que recordártelo —Zuzana clavó la mirada en Karou—. Prométeme que no estás ni siquiera considerando perdonarle.
—Te lo prometo —afirmó Karou—. Solo intento que él lo crea.
Kaz no concebía que una chica decidiera renunciar a sus encantos. Y ella no había hecho más que reforzar su vanidad durante los meses que había durado su relación, mirándole con ojos soñadores, entregándole… ¿todo? Karou pensaba que sus actuales intentos de cortejarla eran mero fruto del orgullo, para demostrarse a sí mismo que podía conseguir lo que quisiera. Que las decisiones las tomaba él.
Quizá Zuzana tuviera razón. Tal vez debería electrocutarle.
—Cuaderno de bocetos —ordenó Zuzana extendiendo la mano como el cirujano que solicita un escalpelo.
La mejor amiga de Karou era tan autoritaria como menuda: solo superaba el metro y medio cuando se calzaba sus botas de plataforma. Karou medía 1,70, aunque parecía más alta, igual que las bailarinas, con sus delicados cuellos y extremidades esbeltas. Su complexión se asemejaba mucho a la de una bailarina, pero no así su estilo. Pocas bailarinas llevan el pelo azul brillante o un rosario de tatuajes por el cuerpo, y Karou lucía ambos.
Al sacar el cuaderno de bocetos y entregárselo a su amiga, los únicos tatuajes que quedaron a la vista fueron los de sus muñecas; una sola palabra, a modo de brazalete, en cada una: historia y real.
Cuando Zuzana tomó el cuaderno, otros dos estudiantes, Pavel y Dina, se acercaron rápidamente para escudriñar por encima de su hombro. Los cuadernos de Karou eran objeto de culto en la escuela, y cada día pasaban de mano en mano para ser admirados. Este, el número 92 de una serie que abarcaba toda su vida, estaba sujeto con gomas y, tan pronto como Zuzana las retiró, se abrió de golpe. Las páginas estaban tan cubiertas de yeso y pintura que las tapas apenas podían contenerlas. En aquel abanico de hojas surgieron los personajes habituales de Karou, profundamente extraños y representados con maestría.
Allí estaba Issa, serpiente de cintura para abajo y mujer de cintura para arriba, con los pechos turgentes y desnudos de las tallas del Kama Sutra, la capucha y los colmillos de una cobra y un rostro bondadoso.
Twiga, con cuello de jirafa y encorvado con su lupa de joyero incrustada en su ojo entrecerrado.
Yasri, con pico de loro, ojos humanos y una cascada de rizos anaranjados que escapaban del pañuelo que le cubría la cabeza. Esta vez aparecía con una bandeja de fruta y una jarra de vino.
Y por supuesto, Brimstone, la estrella de sus dibujos. Lo había representado con Kishmish posado en uno de sus enormes cuernos de carnero. En las historias fantásticas que Karou relataba en sus cuadernos, Brimstone comerciaba con deseos. En ocasiones, lo apodaba el «Traficante de Deseos», en otras, simplemente el «Gruñón».
Karou dibujaba aquellas criaturas desde que era pequeña, y sus amigos solían hablar de ellas como si fueran reales.
—¿Qué ha hecho Brimstone este fin de semana? —preguntó Zuzana.
—Lo habitual —respondió Karou—. Comprar dientes a asesinos. Ayer un repugnante furtivo somalí le llevó dientes de cocodrilo del Nilo, pero el muy idiota trató de robar a Brimstone y estuvo a punto de morir estrangulado por su collar de serpiente. Tiene suerte de seguir vivo.
Zuzana encontró la escena ilustrada en las últimas páginas dibujadas del cuaderno: el somalí, con los ojos desencajados y una delgadísima serpiente comprimiéndole la garganta como la soga de un garrote. Karou le había explicado que para entrar en la tienda de Brimstone, los humanos debían acceder a colocarse una de las serpientes de Issa en torno al cuello. De aquel modo, resultaba sencillo atajar cualquier maniobra sospechosa (por estrangulación, que no siempre era mortal, o, en caso necesario, con una mordedura en la garganta, que sí lo era).
—Estás como una cabra, ¿cómo te inventas todo esto? —preguntó Zuzana con asombro y envidia.
—¿Quién ha dicho que lo invente? No dejo de repetirte que es real.
—Ya, y tu pelo crece con ese color de forma natural, ¿no?
—Claro que sí —afirmó Karou pasando un largo mechón azulado entre sus dedos.
—Ya, lo que tú digas.
Karou se encogió de hombros y recogió su cabellera en un enmarañado moño, que se sujetó a la nuca con un pincel. Su pelo crecía realmente de aquel color, tan azul como el ultramarino recién salido del tubo de pintura, pero lo afirmaba con un toque de ironía, como si fuera algo absurdo. Con el paso del tiempo, había descubierto que bastaba una sonrisa lánguida para que su sinceridad pasara desapercibida. Resultaba más
sencillo que recordar un montón de mentiras, así que quedó integrado en su forma de ser: Karou, la chica con sonrisa irónica y desbordante imaginación.
En realidad, todas aquellas locuras no nacían de su imaginación, sino de su propia vida —el pelo azul, Brimstone y todo lo demás—.
Zuzana alargó el cuaderno a Pavel y comenzó a pasar las hojas de su enorme bloc de dibujo en busca de una hoja en blanco.
—¿Quién posará hoy?
—Seguramente Wiktor —respondió Karou—. Hace bastante que no le tenemos de modelo.
—Lo sé. Y espero que se haya muerto.
—¡Zuzana!
—¿Qué? Es un vejestorio. Sería lo mismo dibujar un esqueleto que a ese decrépito saco de huesos.
Disponían de unos doce modelos, masculinos, femeninos y de edades y complexiones diversas, que se turnaban a lo largo del curso. Abarcaban desde la corpulenta señora Svobodnik, cuyas carnes se asemejaban más a un paisaje que a una figura, hasta la frágil Eliska, con su cintura de avispa, la preferida por los chicos de la clase. El viejo Wiktor era el que menos agradaba a Zuzana, que afirmaba tener pesadillas cada vez que debía dibujarlo.
—Parece una momia sin vendas —se estremeció—. Dime si mirar a un viejo desnudo es una forma adecuada de empezar el día.
—Mejor que ser atacada por un vampiro —replicó Karou.
De hecho, a Karou no le importaba dibujar a Wiktor, por una razón concreta: era tan miope que nunca establecía contacto visual con los estudiantes, lo que suponía una ventaja. A pesar de los años que llevaba dibujando desnudos, todavía la perturbaba esbozar a un modelo joven y encontrar sus ojos clavados en ella al levantar la mirada después de realizar un estudio de su pene —un estudio necesario; no se
podía dejar la zona en blanco sin más—. Muchas veces, al notar que las mejillas le ardían, Karou se había ocultado tras el caballete.
Aunque aquellas situaciones no tardarían en quedar reducidas a insignificancias, comparadas con la mortificación que le aguardaba.
Estaba afilando el lápiz con una cuchilla de afeitar cuando Zuzana exclamó con voz extraña y disgustada:
—¡Dios mío, Karou!
Supo lo que ocurría antes incluso de alzar la vista.
Una exhibición, había dicho él. Qué inteligente. Levantó los ojos del lapicero y vio a Kaz, de pie junto a la profesora Fiala. Iba descalzo y vestido con una bata, y con su larga cabellera dorada, minutos antes revuelta por el viento y cubierta de brillantes copos de nieve, recogida en una coleta. Su rostro mostraba una perfecta combinación de rasgos eslavos y líneas sensuales: pómulos que parecían torneados por un cortador de diamantes, y labios que invitaban a rozarlos con la yema de los dedos para comprobar si tenían tacto de terciopelo. Karou sabía que así era. Estúpidos labios.
Un aluvión de susurros invadió la estancia. Un modelo nuevo, Dios mío, qué guapo…
Un comentario destacó entre el resto:
—¿No es el novio de Karou?
Ex, deseó replicar ella con brusquedad. Absolutamente ex.
—Creo que sí. Mírale…
Karou estaba mirándole, con la expresión congelada en lo que deseaba fuera una máscara de tranquilidad impenetrable. No te ruborices, se ordenó a sí misma. No te ruborices. Kaz le devolvió la mirada con ojos perezosos y divertidos, y una sonrisa que le dibujaba un hoyuelo en una de las mejillas. Y, cuando estuvo seguro de contar con su atención, le guiñó un ojo con descaro.
Un estallido de risitas envolvió a Karou.
—Maldito bastardo… —musitó Zuzana.
Kaz se subió a la tarima del modelo, miró directamente a Karou mientras se desataba el cinturón y, sin retirar los ojos de ella, se quitó la bata. Entonces apareció, delante de toda la clase, el cuerpo de su ex novio, increíblemente bello y desnudo como el David de Miguel Ángel. Y sobre su pecho, justo enci
ma del corazón, un nuevo tatuaje.
Una elaborada K en cursiva.
De nuevo se escucharon risas ahogadas. Los estudiantes no sabían a quién mirar, si a Karou o a Kazimir, y dirigían los ojos de uno a otro, esperando que estallara el conflicto.
—¡Silencio! —ordenó consternada la señora Fiala, sin dejar de dar palmadas hasta que se sofocaron las risitas.
En ese momento, Karou sintió cómo el rubor encendía su cara. No pudo evitarlo. El calor le invadió primero el pecho y el cuello, y luego todo el rostro. Kaz no dejaba de mirarla y, cuando percibió la reacción de Karou, la satisfacción marcó aún más el hoyuelo de su mejilla.
—Kazimir, por favor, posturas de un minuto —solicitó Fiala.
Kaz adoptó la primera postura y fue cambiándola, como correspondía a ese tipo de ejercicio dinámico: torso girado, músculos tensos, extremidades estiradas simulando acción. El objetivo de estos primeros bocetos era trabajar el movimiento y las líneas sueltas, y Kaz aprovechó la oportunidad para exhibirse. Karou pensó que no se escuchaban muchos lápices rascando el papel. ¿Estarían las demás chicas de la clase tan estúpidamente embelesadas como ella?
Bajó la cabeza, tomó el lápiz afilado —imaginando otros usos a los que le encantaría dedicarlo— y comenzó a dibujar. Líneas rápidas y fluidas y todos los bocetos en una sola página, solapados para dar la sensación de una ilustración de danza.
Kaz se movía con elegancia y, como había dedicado tanto tiempo a contemplarse en el espejo, sabía utilizar su cuerpo para impresionar. Era una herramienta más del actor, como él mismo habría afirmado, igual que la voz. Kaz era un actor pésimo —por eso se ganaba la vida organizando visitas turísticas fantasmagóricas y participando en alguna producción de bajo presupuesto de Fausto—, pero resultaba un modelo magnífico. Karou lo sabía bien, ya que le había dibujado en numerosas ocasiones.
Desde el primer momento que le vio… expuesto…, le había recordado una pintura de Miguel Ángel. Al contrario de algunos artistas renacentistas que preferían modelos delgados y amanerados, Miguel Ángel optó por mineros de hombros robustos a los que, de alguna manera, consiguió representar con sensualidad y elegancia. Así era Kaz: sensual y elegante.
Y embustero. Y narcisista. Y, sinceramente, algo tonto.
—¡Karou! —cuchicheó Helen, una estudiante británica, tratando de llamar su atención con insistencia—. ¿Es él?
Karou la ignoró y siguió dibujando como si no ocurriera nada excepcional. Otro día más de clase. ¿Y el hoyuelo insolente en la mejilla del modelo, que no le quitaba los ojos de encima? Trató de sobreponerse a ello lo mejor que pudo.
Cuando el timbre señaló el descanso de la clase, Kaz recogió con parsimonia la bata y se la puso. Karou esperaba que no se atreviera a pasear por el estudio a sus anchas. Quédate donde estás, le suplicó mentalmente. Pero no le hizo caso, y se dirigió hacia ella.
—Oye, zopenco —le espetó Zuzana—. ¡Cuánta modestia!
Kaz ignoró el comentario y preguntó a Karou:
—¿Te gusta mi nuevo tatuaje?
Los demás compañeros se habían levantado para salir del aula, pero, en vez de dispersarse para fumar un cigarrillo o acudir al baño, se mantuvieron a una distancia que les permitiera escuchar la conversación.
—Claro —aseguró Karou con voz suave—. K de Kazimir, ¿no?
—Qué graciosa. Sabes de sobra lo que significa.
—Déjame que piense —caviló adoptando la postura de El pensador—. Existe una sola persona a la que quieres realmente, y su nombre empieza por K. Pero se me ocurre un lugar más adecuado que el corazón para colocar esa letra —cogió el lápiz y, en su último boceto de Kaz, escribió una K sobre su trasero de escultura clásica.
Zuzana soltó una carcajada y Kaz tensó la mandíbula.
Como la mayoría de los vanidosos, odiaba convertirse en objeto de burla.
—Yo no soy el único que lleva un tatuaje, ¿verdad, Karou?
—dijo él—. ¿Te lo ha enseñado? —le preguntó a Zuzana.
Esta dirigió a su amiga un suspicaz arqueo de cejas.
—No sé a cuál te refieres —mintió Karou sin inmutarse—. Tengo un montón de tatuajes.
Para demostrarlo no exhibió las palabras historia y real de sus muñecas, ni la serpiente enroscada en torno a su tobillo, ni ninguna de las otras obras de arte que se ocultaban en su cuerpo, sino que colocó las manos abiertas delante de su cara. En el centro de cada palma había un ojo perfilado con tinta color índigo, lo que convertía sus manos en hamsas, esos antiguos amuletos contra el mal de ojo. Los tatuajes en las palmas de las manos suelen perder intensidad con el tiempo, pero los de Karou se mantenían intactos. Estos ojos la acompañaban desde siempre y, por lo que sabía de su origen, podría haber nacido con ellos.
—Esos no —replicó Kaz—. Me refiero al que tienes justo encima del corazón, con la palabra Kazimir.
—Yo no tengo un tatuaje así —respondió con aparente contrariedad, y desabrochó los botones superiores de su jersey. Debajo llevaba una camiseta de tirantes, que bajó unos reveladores centímetros para demostrar que no había ningún tatuaje sobre su pecho. En esa parte del cuerpo su piel era blanquísima.
Kaz parpadeó sorprendido.
—Pero ¿cómo lo has hecho?
—Ven conmigo.
Zuzana cogió a Karou de la mano y la arrastró. Al pasar entre los caballetes, todos los ojos se clavaron en ella con curiosidad.
—Karou, ¿habéis roto? —susurró Helen en inglés.
Zuzana levantó la mano con gesto imperioso y la obligó a callar, antes de sacar a Karou del estudio y empujarla hasta el baño de las chicas. Allí, con las cejas aún arqueadas, le preguntó:
—¿Qué demonios ha significado eso?
—¿A qué te refieres?
—¿Que a qué me refiero? Prácticamente te has desnudado delante de él.
—No exageres.
—No importa. ¿Y qué era eso de un tatuaje sobre el corazón?
—Tú misma lo has visto, no tengo ningún tatuaje en el pecho.
Karou prefirió omitir que dicho tatuaje sí había existido; prefería fingir que nunca había sido tan estúpida. Además, habría resultado difícil explicar cómo se había deshecho de él.
—Bueno, mejor. Solo te faltaba tener el nombre de ese idiota grabado en el cuerpo. ¿Has visto su comportamiento? ¿Piensa que pavoneándose de ese modo vas a salir corriendo detrás de él?
—Así es —afirmó Karou—. Esa es su idea de un gesto romántico.
—Lo único que tienes que hacer es comentarle a Fiala que es un acosador, y le echará de una patada en el culo.
Karou había considerado esa opción, pero negó con la cabeza. Estaba segura de que encontraría una forma más adecuada de sacar a Kaz de su clase y de su vida, ya que disponía de medios que la mayoría de la gente no poseía. Pensaría en algo.
—A pesar de todo, no resulta ningún sacrificio dibujarlo
—Zuzana se acercó al espejo y retiró los mechones de pelo negro que caían sobre su frente—. Eso hay que admitirlo.
—Sí. Es una pena que sea tan imbécil.
—Un enorme y estúpido gilipollas —añadió Zuzana.
—Un caraculo con boca y patas.
—Caraculo —rió Zuzana—. Me gusta.
De repente, una idea asaltó a Karou, y una sonrisa ligeramente maliciosa iluminó su rostro.
—¿Qué pasa? —preguntó Zuzana al percibir el gesto.
—Nada. Es mejor que volvamos.
—¿Estás segura? No tienes por qué hacerlo.
Karou asintió con la cabeza.
—Claro que sí.
Kaz había disfrutado de toda la satisfacción que obtendría de su pequeño ardid. Ahora le tocaba a Karou. De vuelta al estudio, acarició el collar multicolor de varias vueltas que rodeaba su cuello, elaborado con lo que parecían cuentas africanas. Sin embargo, eran más que eso, no mucho más, pero suficiente para los planes de Karou.
miércoles, 18 de abril de 2012
Primer capítulo
Hello people :P hoy vengo a mostrarles el primero capitulo del libro, para los que aun no lo han leído y sepan de q trata ;) Enjoy!
Capitulo 1
Es imposible asustarte
De camino a la escuela, sobre los adoquines acolchados por la nieve, Karou no tuvo ningún mal presagio respecto a lo que le depararía el día. Parecía un lunes cualquiera, inocente excepto por su propia esencia de lunes, sin mencionar que era de enero. Hacía frío y aún no había amanecido —en el apogeo del invierno, el sol no salía hasta las ocho—, pero el ambiente era agradable. La incesante nevada y lo temprano de la hora otorgaban a Praga un aspecto fantasmal, como de ferrotipo, toda plateada y cubierta de bruma.
Por la calle que flanqueaba el río, los tranvías y los autobuses circulaban con el estruendo típico del siglo xxi; sin embargo, en las calles más tranquilas, la paz invernal evocaba otra época. La nieve, los adoquines, la luz espectral, las propias pisadas de Karou y el humo de su taza de café, ella sola y abstraída en pensamientos mundanos: la escuela, tareas pendientes.
Y cuando algún sentimiento doloroso se inmiscuía en sus pensamientos, desechaba la amargura con resolución, dispuesta a olvidarlo todo.
Sostenía la taza de café con una mano y con la otra mano tenía cerrado el abrigo. De su hombro colgaba un portafolio de dibujo y sobre su pelo —largo, suelto y de color azul eléctrico— se había formado un encaje de copos de nieve.
Era un día cualquiera.
Pero algo ocurrió.
Un gruñido, unas pisadas atropelladas y alguien que la agarraba por detrás, sujetándola con fuerza contra un robusto pecho masculino, a la vez que unas manos le arrancaban la bufanda y unos dientes —dientes— rozaban su cuello.
La estaba mordiendo.
Su atacante la estaba mordiendo.
Con fastidio, trató de desembarazarse de él sin derramar el café, pero no pudo evitar que parte se vertiera sobre la nieve
sucia.
—Por Dios, Kaz, quítate de encima —dijo bruscamente, volviéndose hacia su ex novio.
La tenue luz de la farola iluminaba el bello rostro del muchacho. Una belleza estúpida, pensó Karou, y le apartó de un empujón. Una cara estúpida.
—¿Cómo has sabido que era yo? —preguntó él.
—Siempre eres tú. Y nunca funciona.
Kazimir se ganaba la vida ocultándose detrás de cualquier cosa para aparecer después por sorpresa, y le frustraba no provocar en Karou ni el más mínimo sobresalto.
—Es imposible asustarte —se quejó haciendo el mohín que creía irresistible.
Hasta hacía poco, ella habría sucumbido a aquel gesto. Se habría alzado de puntillas para rozar con la lengua su labio inferior fruncido, de forma suave y lánguida, antes de tomarlo entre los dientes, juguetear con él y abandonarse a un beso que la derretiría como miel al sol.
Pero aquellos días quedaban ya muy lejanos.
—Tal vez no des miedo —sugirió Karou, y retomó su camino.
Kaz la alcanzó y empezó a caminar a su lado, con las manos en los bolsillos.
—Sí doy miedo. ¿El gruñido? ¿El mordisco? A cualquier persona normal le habría dado un infarto. Menos a ti, que parece que no tienes sangre en las venas —al notar que le ignoraba, añadió—: Josef y yo hemos ideado una nueva visita por la ciudad. Recorrido vampírico por el casco antiguo. Los turistas se volverán locos.
Seguro que sí, pensó Karou. Los turistas pagaban bastante por las «visitas fantasmagóricas» de Kaz, que consistían en recorrer el laberinto de callejuelas de Praga en la más absoluta oscuridad, deteniéndose en supuestos escenarios de asesinatos donde, ocultos tras las puertas, los esperaban «fantasmas» que aparecían de repente y les arrancaban gritos aterrorizados. Ella misma había interpretado en varias ocasiones a un fantasma, con una cabeza ensangrentada en la mano y gimiendo mientras los alaridos de los turistas se transformaban en risas. Había sido divertido.
La relación con Kaz había sido divertida. Pero ya no.
—Buena suerte —le deseó con voz inexpresiva y mirando
hacia delante.
—Podrías formar parte del reparto —continuó Kaz.
—No.
—Serías una vampiresa sexy.
—No.
—Seducirías a los hombres…
—No.
—Y podrías ponerte tu capa…
Karou se puso tensa.
Dulcemente, Kaz trató de sonsacarle:
—Todavía la tienes, ¿verdad, cariño? Esa prenda de seda negra sobre tu piel blanca es lo más hermoso que he visto jamás.
—Cállate —murmuró Karou entre dientes, y se detuvo en el centro de la plaza Maltese. Dios mío, pensó. Lo estúpida que había sido al enamorarse de aquel atractivo actorzuelo, al disfrazarse para él, al regalarle recuerdos como aquel. Increíblemente estúpida.
Solitariamente estúpida.
Kaz alzó la mano para retirarle un copo de nieve de las pestañas, pero ella gruñó:
—Como me toques, te tiro el café a la cara.
Él retiró la mano.
—Tranquila, fierecilla. ¿Cuándo dejarás de pelear conmigo? Te dije que lo sentía.
—Pues siéntelo, pero en otra parte.
Hablaban en checo, ella con un acento adquirido tan perfecto como el nativo de él.
Kaz suspiró, irritado porque Karou se negaba aún a admitir sus disculpas. Eso no aparecía en su guión.
—Vamos —dijo tratando de convencerla. Su voz era al mismo tiempo áspera y suave, como la mezcla de lija y terciopelo de un cantante de blues—. Tú y yo estamos destinados a estar juntos.
Destinados. Karou esperaba sinceramente que si su «destino» se encontraba ligado a alguien, no fuera a Kaz. Le miró, el atractivo Kazimir, cuya sonrisa solía actuar sobre ella como una llamada, atrayéndola a su lado. Aquellos brazos donde todo parecía maravilloso, como si allí los colores y las sensaciones adquirieran intensidad. Aquellos brazos que, como había descubierto, eran un destino popular, al que acudían otras chicas cuando ella no estaba.
—Ofrécele a Svetla el papel de vampiresa —dijo—. Se lo sabe de memoria.
Kaz pareció dolido.
—No quiero a Svetla. Te quiero a ti.
—Lo siento, pero yo no soy una opción.
—No digas eso —respondió él tratando de cogerle la mano.
Karou retrocedió, empujada por una punzada de dolor que surgía a pesar de sus esfuerzos por mantenerse distante.
No merece la pena, se aseguró a sí misma. Ni lo más mínimo.
—¿Te das cuenta de que me estás acosando?
—Yo no te estoy acosando. Da la casualidad de que voy en esta misma dirección.
—Claro —refunfuñó Karou.
Apenas faltaban unos portales para llegar a su escuela. El Liceo de Arte de Bohemia era una institución privada que se encontraba en un palacio barroco de muros rosados. Durante la ocupación nazi, dos jóvenes nacionalistas checos habían degollado en aquel edificio a un comandante de la Gestapo y garabateado con su sangre la palabra libertad. Un acto de rebeldía efímero y valiente antes de ser capturados y empalados en los remates de la puerta del patio. Ahora los estudiantes se arremolinaban en torno a aquella misma puerta, fumando o esperando a sus compañeros. Pero Kaz no era un estudiante —tenía veinte años, era mayor que Karou—, y ella no recordaba haberle visto jamás fuera de la cama antes del mediodía.
—¿Cómo estás levantado a estas horas?
—Tengo un nuevo trabajo —respondió él—. Empiezo temprano.
—¿Vas a hacer rutas vampíricas matutinas?
—No. Es otra cosa. Una especie de… exhibición —en su cara se dibujó una sonrisa. Se estaba deleitando. Quería que le preguntara cuál era ese nuevo trabajo. Pero Karou no estaba dispuesta a satisfacerle.
—Diviértete —dijo con perfecto desinterés, y comenzó a alejarse.
—¿No quieres saber de qué se trata? —gritó Kaz. Seguía sonriendo, podía notarlo en su voz.
—No me interesa —respondió Karou, y franqueó la puerta.
* * *
Sin embargo, debería haberlo preguntado
De camino a la escuela, sobre los adoquines acolchados por la nieve, Karou no tuvo ningún mal presagio respecto a lo que le depararía el día. Parecía un lunes cualquiera, inocente excepto por su propia esencia de lunes, sin mencionar que era de enero. Hacía frío y aún no había amanecido —en el apogeo del invierno, el sol no salía hasta las ocho—, pero el ambiente era agradable. La incesante nevada y lo temprano de la hora otorgaban a Praga un aspecto fantasmal, como de ferrotipo, toda plateada y cubierta de bruma.
Por la calle que flanqueaba el río, los tranvías y los autobuses circulaban con el estruendo típico del siglo xxi; sin embargo, en las calles más tranquilas, la paz invernal evocaba otra época. La nieve, los adoquines, la luz espectral, las propias pisadas de Karou y el humo de su taza de café, ella sola y abstraída en pensamientos mundanos: la escuela, tareas pendientes.
Y cuando algún sentimiento doloroso se inmiscuía en sus pensamientos, desechaba la amargura con resolución, dispuesta a olvidarlo todo.
Sostenía la taza de café con una mano y con la otra mano tenía cerrado el abrigo. De su hombro colgaba un portafolio de dibujo y sobre su pelo —largo, suelto y de color azul eléctrico— se había formado un encaje de copos de nieve.
Era un día cualquiera.
Pero algo ocurrió.
Un gruñido, unas pisadas atropelladas y alguien que la agarraba por detrás, sujetándola con fuerza contra un robusto pecho masculino, a la vez que unas manos le arrancaban la bufanda y unos dientes —dientes— rozaban su cuello.
La estaba mordiendo.
Su atacante la estaba mordiendo.
Con fastidio, trató de desembarazarse de él sin derramar el café, pero no pudo evitar que parte se vertiera sobre la nieve
sucia.
—Por Dios, Kaz, quítate de encima —dijo bruscamente, volviéndose hacia su ex novio.
La tenue luz de la farola iluminaba el bello rostro del muchacho. Una belleza estúpida, pensó Karou, y le apartó de un empujón. Una cara estúpida.
—¿Cómo has sabido que era yo? —preguntó él.
—Siempre eres tú. Y nunca funciona.
Kazimir se ganaba la vida ocultándose detrás de cualquier cosa para aparecer después por sorpresa, y le frustraba no provocar en Karou ni el más mínimo sobresalto.
—Es imposible asustarte —se quejó haciendo el mohín que creía irresistible.
Hasta hacía poco, ella habría sucumbido a aquel gesto. Se habría alzado de puntillas para rozar con la lengua su labio inferior fruncido, de forma suave y lánguida, antes de tomarlo entre los dientes, juguetear con él y abandonarse a un beso que la derretiría como miel al sol.
Pero aquellos días quedaban ya muy lejanos.
—Tal vez no des miedo —sugirió Karou, y retomó su camino.
Kaz la alcanzó y empezó a caminar a su lado, con las manos en los bolsillos.
—Sí doy miedo. ¿El gruñido? ¿El mordisco? A cualquier persona normal le habría dado un infarto. Menos a ti, que parece que no tienes sangre en las venas —al notar que le ignoraba, añadió—: Josef y yo hemos ideado una nueva visita por la ciudad. Recorrido vampírico por el casco antiguo. Los turistas se volverán locos.
Seguro que sí, pensó Karou. Los turistas pagaban bastante por las «visitas fantasmagóricas» de Kaz, que consistían en recorrer el laberinto de callejuelas de Praga en la más absoluta oscuridad, deteniéndose en supuestos escenarios de asesinatos donde, ocultos tras las puertas, los esperaban «fantasmas» que aparecían de repente y les arrancaban gritos aterrorizados. Ella misma había interpretado en varias ocasiones a un fantasma, con una cabeza ensangrentada en la mano y gimiendo mientras los alaridos de los turistas se transformaban en risas. Había sido divertido.
La relación con Kaz había sido divertida. Pero ya no.
—Buena suerte —le deseó con voz inexpresiva y mirando
hacia delante.
—Podrías formar parte del reparto —continuó Kaz.
—No.
—Serías una vampiresa sexy.
—No.
—Seducirías a los hombres…
—No.
—Y podrías ponerte tu capa…
Karou se puso tensa.
Dulcemente, Kaz trató de sonsacarle:
—Todavía la tienes, ¿verdad, cariño? Esa prenda de seda negra sobre tu piel blanca es lo más hermoso que he visto jamás.
—Cállate —murmuró Karou entre dientes, y se detuvo en el centro de la plaza Maltese. Dios mío, pensó. Lo estúpida que había sido al enamorarse de aquel atractivo actorzuelo, al disfrazarse para él, al regalarle recuerdos como aquel. Increíblemente estúpida.
Solitariamente estúpida.
Kaz alzó la mano para retirarle un copo de nieve de las pestañas, pero ella gruñó:
—Como me toques, te tiro el café a la cara.
Él retiró la mano.
—Tranquila, fierecilla. ¿Cuándo dejarás de pelear conmigo? Te dije que lo sentía.
—Pues siéntelo, pero en otra parte.
Hablaban en checo, ella con un acento adquirido tan perfecto como el nativo de él.
Kaz suspiró, irritado porque Karou se negaba aún a admitir sus disculpas. Eso no aparecía en su guión.
—Vamos —dijo tratando de convencerla. Su voz era al mismo tiempo áspera y suave, como la mezcla de lija y terciopelo de un cantante de blues—. Tú y yo estamos destinados a estar juntos.
Destinados. Karou esperaba sinceramente que si su «destino» se encontraba ligado a alguien, no fuera a Kaz. Le miró, el atractivo Kazimir, cuya sonrisa solía actuar sobre ella como una llamada, atrayéndola a su lado. Aquellos brazos donde todo parecía maravilloso, como si allí los colores y las sensaciones adquirieran intensidad. Aquellos brazos que, como había descubierto, eran un destino popular, al que acudían otras chicas cuando ella no estaba.
—Ofrécele a Svetla el papel de vampiresa —dijo—. Se lo sabe de memoria.
Kaz pareció dolido.
—No quiero a Svetla. Te quiero a ti.
—Lo siento, pero yo no soy una opción.
—No digas eso —respondió él tratando de cogerle la mano.
Karou retrocedió, empujada por una punzada de dolor que surgía a pesar de sus esfuerzos por mantenerse distante.
No merece la pena, se aseguró a sí misma. Ni lo más mínimo.
—¿Te das cuenta de que me estás acosando?
—Yo no te estoy acosando. Da la casualidad de que voy en esta misma dirección.
—Claro —refunfuñó Karou.
Apenas faltaban unos portales para llegar a su escuela. El Liceo de Arte de Bohemia era una institución privada que se encontraba en un palacio barroco de muros rosados. Durante la ocupación nazi, dos jóvenes nacionalistas checos habían degollado en aquel edificio a un comandante de la Gestapo y garabateado con su sangre la palabra libertad. Un acto de rebeldía efímero y valiente antes de ser capturados y empalados en los remates de la puerta del patio. Ahora los estudiantes se arremolinaban en torno a aquella misma puerta, fumando o esperando a sus compañeros. Pero Kaz no era un estudiante —tenía veinte años, era mayor que Karou—, y ella no recordaba haberle visto jamás fuera de la cama antes del mediodía.
—¿Cómo estás levantado a estas horas?
—Tengo un nuevo trabajo —respondió él—. Empiezo temprano.
—¿Vas a hacer rutas vampíricas matutinas?
—No. Es otra cosa. Una especie de… exhibición —en su cara se dibujó una sonrisa. Se estaba deleitando. Quería que le preguntara cuál era ese nuevo trabajo. Pero Karou no estaba dispuesta a satisfacerle.
—Diviértete —dijo con perfecto desinterés, y comenzó a alejarse.
—¿No quieres saber de qué se trata? —gritó Kaz. Seguía sonriendo, podía notarlo en su voz.
—No me interesa —respondió Karou, y franqueó la puerta.
* * *
Sin embargo, debería haberlo preguntado
martes, 17 de abril de 2012
Próximamente en cines Daughter of Smoke and Bone!
Hola de nuevo gente :D les traigo una súper mega noticia para los amantes de este libro :) chequen esto!
Universal Pictures anunció que recién obtuvo los derechos de la película “Daughter of Smoke and Bone”, escrita por Laini Taylor, la cual será estrenada en el 2013. Desde hace tiempo se especulaba que la cinta sería comprada por Paramount Pictures, que estaba dispuesta a pagar 750 mil dólares; sin embargo, la productora no llegó a un buen consenso.
El libro, publicado en septiembre del 2011, se centra en una joven estudiante que vive en Praga y está a punto de verse en medio de una guerra de otro mundo.
“Es un panorama enormemente emocionante imaginarse a Universal y a los cineastas llevando mi mundo a la gran pantalla y dándole una segunda vida en tan grande manera. Estoy por los cielos”, comentó la autora acerca de la noticia.
Analistas prevén que si las adaptaciones cinematográficas son buenas, estaríamos frente a una de las sagas más redituables en los próximos años, ya que el texto se ha vendido en más de 25 países.
El primer libro de la trilogía está enlistado por el “New York Times” como uno de los cinco más destacados del género juvenil este año. La obra de la escritora también figura en el top 10 de Amazon.
Reconocimientos del libro! :D
Hola! Hoy vengo con esta entrada para que sepan los reconocimientos que tiene este libro :3 wooow son bastantes :D chequenlos para los que no sepan cuales son ;)
1.-Figura en los libros Top Ten de Amazon en el 2011
2.-Amazon #1 Libro para jóvenes del 2011
3.-The New York Times lo reconoce como un libro muy notable en el 2011
4.-Nombrado libro del año por Publishers Weekly en el 2011
5.-Nombrado Libro del año por School Library Journal en el 2011
6.-Nombrado libro del año por kirkus Reviews en el 2011
7.-Nombrado mejor libro para jóvenes y adultos de ficción por Barnes & Noble Reviews
8.-Mejor libro de Los Angeles Public Library en el 2011
y otra gran reconocimiento y gran noticia para Laini T. ... TODOS LOS LIBROS VENDIDOS EN 25 PAÍSES EXTRANJEROS!! ADEMAS DE QUE UNIVERSAL PICTURES OBTUVO LOS DERECHOS DE LA PELÍCULA QUE PRÓXIMAMENTE SALDRÁ EN LOS CINES ;)
FELICIDADES A LAINI TAYLOR! :D
1.-Figura en los libros Top Ten de Amazon en el 2011
2.-Amazon #1 Libro para jóvenes del 2011
3.-The New York Times lo reconoce como un libro muy notable en el 2011
4.-Nombrado libro del año por Publishers Weekly en el 2011
5.-Nombrado Libro del año por School Library Journal en el 2011
6.-Nombrado libro del año por kirkus Reviews en el 2011
7.-Nombrado mejor libro para jóvenes y adultos de ficción por Barnes & Noble Reviews
8.-Mejor libro de Los Angeles Public Library en el 2011
y otra gran reconocimiento y gran noticia para Laini T. ... TODOS LOS LIBROS VENDIDOS EN 25 PAÍSES EXTRANJEROS!! ADEMAS DE QUE UNIVERSAL PICTURES OBTUVO LOS DERECHOS DE LA PELÍCULA QUE PRÓXIMAMENTE SALDRÁ EN LOS CINES ;)
FELICIDADES A LAINI TAYLOR! :D
viernes, 13 de abril de 2012
A votar por Hija de Humo y Hueso!
El libro de Laini Taylor Hija de Humo y Hueso ha sido nominado por los Premios del Libro Infantil en la categoría Libro para Adolescentes del Año. El plazo para votar es hasta el 3 de mayo! así que ha ponernos las pilas y a votar por este grandioso libro ;D
Por si la imagen no los lleva a la página para votar clic aquí!
Por si la imagen no los lleva a la página para votar clic aquí!
Portadas del libro en diferentes países :D
Hola! hoy vengo a mostrarles las diferentes portadas que tiene nuestro querido libro en diferentes países, para quien no las conozca aquí se los muestro ;)
Estados Unidos |
España y países donde se hable español |
Corea | ||
|
China |
Reino Unido |
Alemania |
Eslovaquia |
Edición de bolsillo del reino Unido |
Francia |
Italia |
miércoles, 11 de abril de 2012
Segunda parte del libro!
Así como lo leyeron, habrá segunda parte de Hija de Humo y Hueso!! :D se llamará Days of Blood and Starlight. A esperar este libro :D y en lo que sale.. a leer de nuevo Hija de Humo y Hueso! ;)
martes, 10 de abril de 2012
Nuevo Facebook!
Hola :D este mmm como se llamaría, mensaje? publicación? :P bueno, solo queria decirles que ya hay nueva página de facebook del blog :D así que unance :D los espero
Este es el facebook: https://www.facebook.com/HumoYHuesoBlogMex
Este es el facebook: https://www.facebook.com/HumoYHuesoBlogMex
Acerca de la autora: Laini Taylor
Quién es Laini Taylor?? Aparte de ser nuestra autora favorita ;) ella es la escritora de Hija de Humo y Hueso (Daughter of Smoke and Bone). Ella escribe libros especialmente para jóvenes, aunque también sus libros son disfrutados por los adultos.
Ella vive en Portland, Oregon, EE.UU. junto a su esposo Jim Di Bartolo y su hijo de 2 años :3 Clementine Pie.
Ella vive en Portland, Oregon, EE.UU. junto a su esposo Jim Di Bartolo y su hijo de 2 años :3 Clementine Pie.
Algunas de sus cosas favoritas son los libros y las librerías, el mango y el chocolate. Le gusta ir a lugares (como las bibliotecas y otros países), y soñar con las historias, y haciendo cosas como bizcochos o proyectos de arte; jugar con Jim y Clementine, y tomar fotos.
Visita su página: http://www.lainitaylor.com
Reseña de Hija de Humo y Hueso
Titulo: Hija de Humo y Hueso
Autor: Laini Taylor
Editorial: Alfaguara Juvenil
Formato: Rústico
Páginas : 464
Precio : $219
ISBN : 9786071116963
Autor: Laini Taylor
Editorial: Alfaguara Juvenil
Formato: Rústico
Páginas : 464
Precio : $219
ISBN : 9786071116963
Karou es una estudiante de arte de 17 años que vive en Praga. Pero ese no es su único mundo. A veces, Karou desaparece en misteriosos viajes para realizar los encargos de Brimstone, el monstruo quimera que la adoptó al nacer.
Tan misteriosa resulta Karou para sus amigos, como lo es para ella su propia vida: ¿cómo es que ha acabado formando parte de una familia de monstruos quimera? ¿Para qué necesita su padre adoptivo tantos dientes, especialmente de humanos? Y, ¿por qué tiene esa recurrente sensación de vacío, de haber olvidado algo?
De pronto, empiezan a aparecen marcas de manos en las puertas, señal de que la familia de Karou corre grave peligro. Karou tratará de cruzar al mundo quimérico para ayudarles, pero es perseguida por los serafines. Entre ellos se encuentra Akiva, un ángel arrebatadoramente hermoso al que Karou está unida de forma que ni ella misma puede imaginar.
Opinión:
La vida de Karou es un tanto extraña, su familia no es humana, y va de país en país consiguiendo dientes para Brimstone, pero ella no sabe para que los utiliza. En uno de sus viajes conoce a Akiva, un serafín que intenta matarla, pero se da cuenta de que ella está más unida a él de lo que esperaba. Pero gracias a aquel serafín, Karou queda aislada de su familia e intentará llegar a ella sea como sea, mientras que al mismo tiempo ella descubrirá muchos secretos de su vida pasada y actual.
Este libro sinceramente me llamó la atención la portada, y por eso quise leerlo, si, ya lo saben, me dejo llevar por las portadas >.<
Este
libro, desde la primer página quedas enganchado, y no puedes parar de
leerlo hasta que llegas a la última página. Tiene una trama excelente,
es original y te atrapa al instante. Mezcla el pasado y el presente sin
que te confundas, y gracias a eso, podemos saber lo que pasó desde el
principio para que comprendamos mejor la historia y no nos quedemos con
ninguna duda.
Me gustó mucho la actitud de Karou, es decidida y no se asusta tan fácil. También quien me encantó fue Issa, no se por que, solo me gustó xD. Lo que no me gustó de la historia, es que al momento de conocerse Karou y Akiva fue muy precipitado, yo le hubiera dado más tiempo al encuentro. También lo que no me agradó mucho es que cuando la historia está llegado a un punto crucial, se corta inesperadamente para dar paso a otra historia que hace que la principal tenga sentido, es un poco molesto, pero es necesario.
Este es un libro digamos especial, una combinación de ángeles, quimeras, un amor imposible que hace que la historia sea exquisita, inesperada y muy interesante, un libro que recomiendo mucho. Y si quieren saber que es lo que pasará con Karou, esperen la segunda parte, Días de sangre y luz de estrellas.
Opinión:
La vida de Karou es un tanto extraña, su familia no es humana, y va de país en país consiguiendo dientes para Brimstone, pero ella no sabe para que los utiliza. En uno de sus viajes conoce a Akiva, un serafín que intenta matarla, pero se da cuenta de que ella está más unida a él de lo que esperaba. Pero gracias a aquel serafín, Karou queda aislada de su familia e intentará llegar a ella sea como sea, mientras que al mismo tiempo ella descubrirá muchos secretos de su vida pasada y actual.
Este libro sinceramente me llamó la atención la portada, y por eso quise leerlo, si, ya lo saben, me dejo llevar por las portadas >.<
Me gustó mucho la actitud de Karou, es decidida y no se asusta tan fácil. También quien me encantó fue Issa, no se por que, solo me gustó xD. Lo que no me gustó de la historia, es que al momento de conocerse Karou y Akiva fue muy precipitado, yo le hubiera dado más tiempo al encuentro. También lo que no me agradó mucho es que cuando la historia está llegado a un punto crucial, se corta inesperadamente para dar paso a otra historia que hace que la principal tenga sentido, es un poco molesto, pero es necesario.
Este es un libro digamos especial, una combinación de ángeles, quimeras, un amor imposible que hace que la historia sea exquisita, inesperada y muy interesante, un libro que recomiendo mucho. Y si quieren saber que es lo que pasará con Karou, esperen la segunda parte, Días de sangre y luz de estrellas.
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